En este febrero insomne, en este domingo de paz, puedo sin lugar a dudas sentir que he salido, como nunca, de una de las crisis más radicales de mi vida.
Terminar una relación siempre ha sido, para mi, factor de riesgo para la más dura de las hipomanías y depresiones. Subo y bajo, en un mismo día, sin cesar. El sueño insiste en no venir y las noches se vuelven días eternos. Pero hoy, hoy no es así. Hoy dibujo canciones en mi mente, hoy re descubro mis ansias por seguir viviendo, hoy simplemente siento paz.
Y aquí estoy, con mis manos escuchando el día de verano, a unos pocos días de subir a un avión a reencontrarme con el Caribe y la Sierra, que me traen los mejores de los recuerdos.
Yo no voy a desdecirme nunca de esto: cuando muera, quiero que parte de mis cenizas sean lanzadas en esa tierra, tierra de mi hija, lugar en el que su vida cobró sentido. Simplemente por eso, nada más. Lo acabo de decidir.