Que sueño el mío… Tardé en poner los pies sobre el suelo, y mis brazos aún estaban amarrados a la almohada que insistía en convocarme a un nuevo sueño. Solo me levanté por la trenza en el pelo de mi hija que esperaba impaciente junto al tazón de leche. Qué más puedo pedir? Su ternura conmueve y despierta al más pesado de mis ojos.
Hoy pensé que estar abrazada al sueño de la vigilia es comparable con una gran fuente de nueces, almendras y frutas sacadas de su descanso. Claro, si hasta las cáscaras que froto con mis manos me llenan de la más plena de las canciones.
Aunque mi vigilia está a medias, mi plenilunio aún me despierta, y eso, eso si que me dice que me levante lento, pero me levante.